(Capítulo anterior: 3: Viento)
Importante: Si llegas acá por primera vez, empieza por el capítulo 1. ¡No te spoilees!
¿Cuándo usas a un francotirador para matar a alguien?
Una bomba es efectiva, pero crea daño colateral. Un asesino en la calle tiene el peligro de ser capturado y que lleve a ti. El veneno no es efectivo en paranoicos como F. Un accidente puede fallar y requiere conocer la agenda de tu objetivo.
No, un francotirador es la forma ideal de matar a F. Es personal, lejano y difícil de rastrear en caso de que falle. Es público y hará que los medios se enteren. Es imposible de evitar si no fuera por el mensaje de texto que F recibió hace un instante.
La atención de F se centró en la inmensa ventana de su sala. Un vidrio gigante, con vista panorámica a toda la ciudad. Drones, taxicópteros, más drones, edificios, más drones, calles manchadas de arena, techos. Su asesino podría estar en cualquier lugar, viéndolo ahora mismo.
F mostró a Andrés el mensaje en pantalla.
<J> Te van a matar. Francotirador. Aléjate de las ventanas y sal de ahí ya, ya, ya.
Andrés se sentó en el sofá con el móvil en la mano, leyendo letra por letra el mensaje, pensando con esfuerzo. La sala era un amplio espacio con pisos de falsa madera gris. Un techo semitransparente de iluminación uniforme gracias a una inmensa matriz de LEDs. La pared se convertía en una pantalla sincronizada con todos los móviles de la casa. El televisor estándar de los apartamentos de Abu Dhabi.
- ¿Quién es "J"? - preguntó Andrés al fin.
- Es Juliane Deckard, al parecer, la agente de la Interpol.
- ¿La que prometió arrestarte en streaming mundial?
- Sí.
- Con la que dices que "volaste una cometa" esta mañana.
- Sí.
- ¿Qué carajo quiere decir que volaste una cometa con ella?
- Exactamente lo que significa - respondió F distraído.
Andrés lo jaló del cuello de la camisa y lo obligó a mirarlo a los ojos.
- ¿Esto es un chiste? ¿Una "campaña de marketing" de las que nunca me haces parte?
F tomó el brazo de Andrés, pero no hizo demasiada fuerza.
- No es un chiste y tengo tanta información como tú. Juliane se me apareció por la calle, me habló sin decirme quién era, fui un idiota y hablé de más.
- ¿Le dijiste a una mujer cualquiera por la calle que estoy vivo?
- Sí, es fantástica Juliane - respondió F con auténtica admiración.
Andrés lo soltó, saltó del sofá a la cocina y recordó que Ketchup estaba ahí. Un confundido niño sin padres, familia ni contexto.
Andrés y F nunca fueron grandes amigos. Tras crecer como un piloto estrella en la Fuerza Aérea, Andrés usó su influencia para ayudar a F a estudiar en Stanford. Ahí fue reclutado como analista en la CIA y perdieron contacto hasta que la enfermedad de su madre los reunió.
Estos seis años viviendo juntos habían sido difíciles. Ver el peor lado de su hermano, seguir planes que no parecían tener conexión. Guardar la frustración de estar a la sombra "por protección".
También era suficiente tiempo para saber que F, aún en la peor situación, tendría un plan.
- OK, ¿Por qué la agente de la Interpol que te está persiguiendo te advierte de un francotirador?
- No tengo idea.
O no. Andrés suspiró.
- ¿Intentaste preguntarle?
F miró con cara perdida a la ventana, tomó el móvil, se lo estrelló en la cabeza y respondió el mensaje de Juliane:
<F> ¡Nah!
Al instante el móvil vibró.
<J> ES MUY EN SERIO. No sé quién es y no me sirves de nada muerto, pero tengo intel de alguien que contrató a un francotirador para matarte hoy, a esta hora. ¡LÁRGATE DE AHÍ YA SIN QUE TE VEAN!
¿Por qué F no había pensado en escribir de regreso? ¿Algún cliché idiota de película? ¡Pero si tenía total sentido!
El cerebro de F, gracias a algún instinto vestigio de supervivencia, le dijo: "¡Hey! Es de verdad ¿Quizás deberías hacer algo para que no te maten?"
Y F despertó.
- Juliane dice que me quiere vivo.
- ¿Y si es una trampa?
- Recuerda que Interpol son "los buenos". No asesinan gente. Tras el streaming, si muero, la acusarían a ella.
Andrés se alejó de las ventanas, tomando a Ketchup del hombro. F los detuvo con un gesto.
- No nos harán nada en esta casa. El vidrio es tan grueso que necesitan C4 para romperlo. No quiero jugar a escapar, sino a ganar. Tengo una idea para atrapar al tirador.
- ¿¡Atraparlo!? Obvio que quieres atraparlo ¿Cómo?
- No lo haré yo, lo harás tú.
Ketchup estaba blanco, interiorizando la idea de morir ese día, sin saber si correr o esperar lo inevitable. Se sentó en el piso mientras veía a F trabajar en el móvil y en la pantalla gigante a toda velocidad.
- Un soldado entrenado ya sabe que estas ventanas son impenetrables. Al sur del edificio está la mayor cantidad de puntos desde donde puede tratar de disparar. Inventarán algo para que salga del apartamento y sea vulnerable. Por tierra o por el helipuerto. Probablemente el helipuerto.
- Ajá ¿Entonces escapamos por los ascensores al centro comercial subterráneo? - propuso Andrés - Luego al metro o a pie entre la multitud, pero eso no nos ayuda a...
- No, saldré por el helipuerto, necesitamos hacer que dispare.
Para Andrés era evidente que su hermano no aceptaría ningún plan sensato. Pero seguro había algo más, así que decidió callarse y esperar. F lo miró a los ojos, se sorprendió de su falta de reacción y siguió hablando.
- Esto puede sonar loco. Podemos rentar varios drones alrededor del edificio y que graben a donde creemos está el tirador. Yo estaré mirando los videos en el móvil. Un rifle de precisión tiene un flash muy fuerte al disparar y será más visible en las cámaras infrarrojas de los drones.
- No es una gran garantía. Un flash de luz puede darse por lo que sea. Una luz prendida, una fotografía, un reflejo.
- Sí, por eso hay una segunda parte. Tú y Ketchup pedirán dos taxicópteros y volarán lejos del edificio en direcciones contrarias. Ambos correrán una app en el móvil que detectará el sonido del disparo y...
Andrés lo tenía que interrumpir.
- ¿Una app? ¿El sonido? Esto es ridículo.
- ¡Esto puede funcionar Andrés!
- No, ya te entendí. Quieres triangular el sonido, apoyarte de las cámaras, detectar el origen. ¡Pero un rifle es supersónico! Te van a hacer un agujero en la cabeza antes de que te enteres.
- No si estoy en lo correcto. Tu vuelas acá - F señaló el mapa en la pantalla de la pared - donde creo que estará el tirador. Ketchup vuela acá y yo tendré el mismo sistema en mi móvil. Yo te digo donde está, tú lo atrapas.
- ¿De dónde vas a sacar "la app"?
- Ya la tengo. Hace diez minutos publiqué los requerimientos en Internet, recibí cuatro propuestas. Pagué diez mil yuans al desarrollador y mil yuans al control de calidad que eligió la mejor. Esto lo usaba la policía de Los Ángeles desde el inicio del siglo, no es tecnología rara.
Los hermanos discutieron los detalles, mientras Ketchup los miraba absorbiendo todo. F quería que Ketchup volara, solo, en un helicóptero sin piloto. Andrés explicó cómo pedir el taxicóptero por móvil y darle órdenes. Ketchup mientras planeaba desesperado lo que haría después.
El sol empezaba a caer en Abu Dhabi. Andrés se cambió la ropa a un traje normal y una mochila gigante en su espalda. Le dio un móvil a Ketchup para que ambos pidieran los taxis y salieron al techo, no sin antes despedirse de F.
- Si esto no funciona, te mato.
F los escuchó irse y esperó en el sofá. Se sirvió un whisky, luego dos. Jugó con la app que un hacker genio creó en minutos, apoyado de décadas de librerías y experiencia de otros programadores. F recordó sus épocas en la CIA. Programar drones, calcular rutas de interceptación, analizar patrones de comportamiento. Buenas épocas. Mejores épocas.
El móvil sonó, la llamada que esperaba.
- Señor F, somos de la administración, hay un problema urgente con su avión y necesitamos que suba al helipuerto.
Ah, era tan obvio. F habría caído como imbécil si no fuera por Juliane.
- En un instante subo.
F decidió agradecerle a Juliane antes de poner el plan en movimiento.
<F> Gracias por el aviso. Voy a atrapar al francotirador. xoxo
<J> ¿Qué? ¡Te dije que escaparas, que lo evadieras!
<F> Pero eso hará más difícil que me encuentres y captures, Agente Deckard.
<J> Esto no es un juego F. Quien me dio esta intel sólo está conectado con asesinos profesionales. No debería compartir contigo esto y mucho menos responderte.
<F> ¿Cuál es tu idea acá, J? ¿Llevarme ante la justicia europea? Me pudiste arrestar hoy mientras jugábamos. ¿Quieres algo más de mí? No me suena a que seas la agente perfecta que vi en streaming.
Juliane no respondió más. F se puso de pié, encendió su móvil, activó la app y salió al techo.
F pasó los detectores de radiación y otros sistemas de seguridad. Se detuvo justo antes de salir de la protección de las paredes. En su móvil decenas de videos de drones con color falso estaban listos a reaccionar a un flash. Números bajo los videos mostraban la posición, a lo lejos, de los helicópteros con Ketchup y Andrés.
Cuando F diera un paso afuera del ascensor, un disparo volaría hacia él. La velocidad promedio de un proyectil es de ochocientos metros por segundo. La velocidad del sonido es la mitad de eso, pero Internet es instantáneo. El móvil de Andrés o de Ketchup capturarían el disparo muy de cerca, en el kilómetro y medio de rango que tienen la mayoría de rifles.
Una alerta saltará en el móvil de F en el instante que el disparo ocurra, dos segundos antes de que llegue a él. F caerá al suelo y triangulará el disparo. El resto depende de Andrés.
F, curiosamente, no tenía terror, no tenía adrenalina. No como la que sintió el día del Holocausto, cuando todo terminó. Él podía morir ese día y estaría bien.
Dio un paso afuera. Cero alertas. Dos, tres. Cero alertas. No hubo disparo.
Caminó cien metros en el helipuerto hacia su avión, contemplando que todo fuera una trampa de Juliane.
ALERTA: Disparo. "Andrés". 816m/s.
Ah, así se siente el miedo. F se tiró al suelo al tiempo que el calor de un proyectil lo atravesó.
Andrés volaba alto sobre Abu Dhabi, pero tan bajo como el software del taxi se lo permitía para poder escuchar el disparo. El "bang" lo tomó por sorpresa. Miró a todos lados, pero la ciudad se veía igual que cualquier otra. La app le informó que, sin duda, ese había sido un disparo de un rifle M110 SASS. Estaba impresionado.
Esperó que F dijera algo, que la app le diera una pista adicional, pero nada pasó por un minuto que se sintió como horas.
De repente recibió una imagen en pantalla, borrosa, en blanco y negro. Un edificio a escasos quinientos metros de su posición. Un flash de luz en la imagen.
El brazo izquierdo de F pulsaba de dolor. Sangre brotaba de un agujero en su hombro. F cayó sobre su móvil, pero seguía funcionando sin problemas. El milagro de la tecnología china. Rodó en el suelo y quedó boca arriba. Con el brazo derecho manipuló el móvil y encontró el mensaje que esperaba.
816m/s. Lat 24.4835, Lon 54.3587
F escaneó los drones que estaban grabando en esa dirección. Con el dedo movió la grabación hasta que encontró un único cuadro del video donde, desde lo alto de otro edificio, se veía un flash de luz. Envió la imagen a Andrés, contempló desmayarse del dolor, decidió no hacerlo y pidió un taxi.
Andrés realmente nunca había matado a un hombre a sangre fría. Soltó un par de misiles sobre "objetivos" e "instalaciones" en su carrera militar. Pero él sólo volaba, apuntaba, lanzaba y volaba de regreso a una cena caliente y mujeres fáciles en la base. Esta vez era diferente.
Sacó rápidamente el rifle de servicio que guardaba en el apartamento. Puso una mira telescópica, cargó el proveedor y apuntó a donde F le dijo. Encontró en la mira a un hombre vestido de árabe, con ropa color desierto. Guardaba en una gran maleta lo que parecía un arma de larga distancia.
"No dispares a matar, inhabilita, pero no mates. Sólo inhabilita el objetivo".
Andrés disparó. El objetivo cayó al suelo. Le ordenó al taxi volar sin aterrizar muy cerca del edificio y luego irse. Saltó a pocos metros del techo del edificio y corrió. Encontró a un hombre vivo, confundido, buscando un arma dentro de la maleta, con un disparo en el estómago.
El estómago está bien. Es una herida de muerte muy lenta y completamente tratable. Eso quería creer Andrés mientras apuntaba con su rifle y le gritaba, con insultos, que no se moviera. Se sorprendió de escuchar al hombre, en perfecto inglés, que todo estaba bien, que podían hablar esto.
Un segundo taxi aterrizó en otra zona del techo y esperó. Un F ensangrentado, lleno de ira, caminó con dificultad hacia ellos. Una pistola muy rara en su mano. Cuando estuvo cerca apuntó y disparó con la pistola al francotirador e impactó en su cuello. El hombre cayó al suelo.
- ¡QUÉ! ¿Qué hiciste?
- Es la pistola de dardos. Necesito información. Es una carga masiva de escopolamina de las de Phil. Nuestro amigo sólo está en shock.
F vio a su asesino, lo movió con el pie y vio la herida en el estómago que tenía.
- Oh. Buen disparo.
- ¿En serio? - preguntó Andrés sarcástico.
- Estoy bien, por cierto - respondió F mostrando la herida en su hombro, cuyo brazo colgaba sin energía.
- ¿Por qué lo drogaste?
- Porque seguro tiene entrenamiento y no va a hablar. Nada mejor que una droga que te quita la voluntad para solucionar eso.
Andrés lo ignoró. Varios minutos pasaron y el francotirador seguía sin responder, desangrándose rápidamente. F decidió que el hueco en el estómago y el dardo en el cuello no eran muy saludables. Cambió la carga de su pistola por una de adrenalina y le disparó en la pierna. El asesino despertó repentinamente con un grito.
- Ah, buenos días. ¿Cómo te llamas?
- Jeremy Clinton.
- No, llámame "señor" al responder.
- Jeremy Clinton, señor.
La escopolamina estaba funcionando.
- ¿Quién me quiere matar, Jeremy?
- No lo sé, señor.
Obvio que no ¿Cómo podía esperar respuestas? ¿Cómo se podía ser tan iluso? F pateó a Jeremy, quien gimió ligeramente de dolor pero continuó sin responder, con la mirada perdida.
- ¿Quién te dio la orden de dispararme?
- Mi comandante señor.
- ¿Quién es tu comandante?
- Teniente Comandante Kristen. Señor.
"Teniente Comandante". Realmente era militar este tipo.
- ¿Cuál es tu unidad, soldado?
- SEAL Team 3, señor.
Oh no. Andrés dio un paso atrás. F se sentó en el suelo. Andrés lanzó varios insultos al aire. Este tipo no podía ser parte de los piratas más poderosos de la tierra. La fuerza que creó un terror incomparable en la historia del comercio marítimo. Los terroristas más famosos del mundo. Tenía que estar seguro.
- ¿SEAL Team 3? ¿A qué fuerza perteneces soldado?
- La Armada de Estados Unidos, señor - respondió Jeremy con tos y dificultad para respirar.
¿Quién tenía el dinero y el poder de persuasión para darle una orden a la más hermética de las fuerzas que quedaron del viejo país? Un nuevo enemigo con más poder que nadie.
Jeremy empezó a perder color en el rostro, su herida era cada vez más dramática. F estaba mareado por el calor, por la información y por el disparo que sentía en el hombro.
- Tenemos que irnos de aquí F - ordenó Andrés, que sabía dar prioridad a lo que la merecía - ¿Qué hacemos con él?
- Nada.
F se puso de pie y vio a Jeremy, en el suelo, moribundo.
- Te ordeno que te quedes acá y no te muevas ¿Entendido?
- Sí señor.
F no sabía cuánto duraría la carga de escopolamina, ni si el instinto de supervivencia sería más fuerte que la droga. No quería matar a nadie, pero tampoco tomar riesgos. Mucho menos perdonar. Perdonar quedó en el pasado. Andrés quería protestar, pero sabía que atender a F y salir de ahí era urgente.
Andrés recordó a Ketchup e intentó llamarlo, pero el móvil no respondía. Revisó la posición de su taxi, pero hace rato había cambiado de pasajero. Andrés no tardó en entenderlo. Mientras subía al helicóptero alquilado de F, le explicó calmadamente.
- Tenemos que ir a casa, llamar al médico, curarte con calma y pensar lo que haremos. Será en ese orden ¿Está bien F?
- Claro que sí ¿Por qué la insistencia?
- Porque sé cómo eres y porque Ketchup se acaba de escapar.
(Sigue en el Capítulo 5: Princesa del Norte)