Capítulo 2: Vector de entrada
Importante: Si llegas acá por primera vez, empieza por el capítulo 1. ¡No te spoilees!
Seis años después del día que cambió todo, el hombre decidió iniciar su plan. Flotaba cientos de kilómetros arriba de la Tierra y odiaba cada segundo. El hombre era dueño de la última nave suborbital del planeta tras el holocausto y eso lo hacía especial.
Especial y a prueba de misiles. Una necesidad en su línea de trabajo.
El hombre tardó seis años en llegar a donde estaba hoy. Empujado por la ingeniería, la química y la habilidad de manipular a mejores personas. El hombre se llama F y vende experiencias.
El vuelo estaba por terminar. F revisó la hora local en su móvil:
"10:00am, 7 de julio del 2026, Venezuela".
- ¿Por qué? - dijo Andrés, el piloto, a F.
- ¿Por qué hago todo esto? - le respondió F - Quizás quiero ser Batman.
- ¿Un superhéroe?
- No, no, Batman no era un superhéroe. Ni siquiera un 'héroe'. Era un tipo egocéntrico que creía poder cambiar el mundo.
- Ajá, ¿Tú cambiando el mundo?
- Batman no lo logró, pero es quien todos los millonarios queremos ser. Un símbolo que inspira terror. ¿Qué tiene de malo eso?
El avión empezó su salida de la órbita baja de la tierra para una reentrada a la atmósfera.
- ¿Cuánto para aterrizar? - preguntó F desde el área de pasajeros, Andrés respondió por los altavoces de la nave.
- Cinco minutos para entrar al espacio aéreo del Continente Bolivariano de América, diez minutos para Venezuela.
- ¿Alguna alerta de misiles? ¿Lásers? ¿Jets? ¿Algo?
- Nos tienen en radar, pero es normal. Creo que somos bienvenidos.
- No por mucho.
- F, no respondiste mi pregunta real. ¿Por qué te vas a reunir con el Libertador Pérez y por qué le llevas una de las sillas?
- Andrés. Cree en mi. Sólo aterriza con cariño.
El móvil de F disparó notificaciones con locura. F se recostó en la silla y proyectó en el techo la pantalla del móvil. Un reporte de noticias filtrado por todas las menciones de su nombre en blogs, redes y pulsos.
"@almahidd: ¿Vieron que interpol quiere capturar al CEO de Pornactive? ¡Liberen a @F!"
"-- sospechamos que el avión suborbital de Pornactive es un prototipo de scramjet que, nuestros infoarqueologos aseguran, fue robado de los antiguos Estados Unidos justo antes de --"
"+Anónimo: Vi este objeto volar sobre mi casa y es muy grande para ser un no tripulado ¿Será el scramjet de +F_pornactive? [ver imagen]
+DavidLpnzz: ¡HEY! Eso es un avión rarísimo y va para Venezuela, yo vivo ahí."
"-- en streaming, el Libertador Pérez anunció que, de ser verdad las acusaciones, el gobierno del Continente Bolivariano de America condenará al empresario F, llamándolo ladrón, traidor a la humanidad y evasor de impuestos --"
"@yungtaopsy: Si @F robó un scramjet justo el día del veinte veinte, ¿Es cómplice del Holocausto? Todos saben que Corea del Norte no lo pudo hacer sólo y ya son seis años sin respuestas."
"-- El Libertador agregó: <<Criminales como F no serían problema si la Federación China levantara la prohibición a actividad espacial. Un adecuado sistema de defensa orbital es necesario y --"
"+TurfAbdallahNews: El Príncipe Mesías y su gobierno ratifica que tanto F como su empresa Pornactive son ciudadanos y refugiados políticos legales dentro del Turf de Abdallah."
F apagó el reporte y cerró los ojos. Interpol tras él. Su plan requería trabajar en el borde de la ley, pero no esperaba que alguien decidiera dedicarle tanta atención.
El movimiento de la nave lo sacó de sus pensamientos. F odiaba el espacio y el aterrizaje desde la órbita era lo peor. Náuseas y mareo, dos sensaciones que le recordaban el fin de la guerra.
- Alguien en internet pulseó nuestra ruta.
- ¿Satélites? - preguntó Andrés.
- Ja, no bromees.
- Quizás es una coincidencia increíble. Son miles de millones de personas allá abajo. Alguien tuvo la suerte de apuntar una cámara justo en el momento correcto.
- ¿Alguien con el conocimiento para calcular nuestra ruta y destino con una foto? Eso no es coincidencia. Interpol nos rastreó y lo filtró para arruinar el plan.
- ¿Abortamos Venezuela?
- Ni porque nos maten. Seis años de trabajo, Andrés. Aterriza con cariño.
Andrés siguió al pie de la letra el vector de entrada trazado por el control aéreo del palacio de gobierno. Aterrizó en un pequeño hangar justo al lado de una hacienda de arquitectura colonial. F había llegado a Miraflores.
F vomitó, cepilló sus dientes, volvió a vomitar, comió dos mentas y salió del avión. Un guardia de seguridad lo revisó de arriba a abajo y le dio permiso de bajar la carga. Un contenedor de metal del tamaño de una persona que disparó todas las alarmas. Los guardias apuntaron sus armas a F y le gritaron en acentuado español. F suspiró cansado.
- Esto es un hangar clandestino ¿Creen que traigo bananos?
- ¡Nadie se acerca al Libertador con contenido peligroso!
- Claro... ¿Puedo hacer una llamada?
El guardia accedió con cautela. F mandó un email, respondió dos pulsos y envió detalladas coordenadas de su posición más un streaming oculto de audio y video a su abogado, "por si acaso". Luego llamó a su contacto con el Libertador.
Segundos después, el guardia recibió una orden por radio y le permitió pasar. F entró a una imponente sala de espera, con puertas de madera enchapada en dorado y pinturas de grandes héroes del pasado. Unas de las pinturas era el retrato del primer Libertador del Continente junto a la de Simón Bolivar, otro tipo de libertador de siglos atrás. No habían sillas, pero sí una mesa de cóctel, con una botella de ron.
- 'Mister' F - saludó Carlos Pérez, segundo Libertador del Continente Bolivariano de America. Uniformado, elegante, acompañado por varios soldados y un niño muy perturbador.
- Libertador, que bueno conocerlo en persona - respondió F - Aunque mi llegada fue complicada.
- Sí, Interpol muy interesada en sus juguetes.
F recibió mensajes de Andrés a su móvil. Varios escáners de microondas y rayos X, instalados en el hangar, intentaban diagramar el avión. Andrés lo había previsto y sólo verían una mancha blanca en las pantallas.
- No sólo Interpol. ¿Le interesa mi avión, señor Libertador?
- ¿A quién no? Ese juguete tuyo cambiaría el comercio internacional.
- ¿Qué de malo tienen los barcos de toda la vida?
- Tu bien sabes de esos piratas amigos tuyos.
- ¿La marina de Estados Unidos? No son amigos para nada.
F sabía de la actividad pirata que la abandonada fuerza marítima del viejo Estados Unidos ejercía en el Pacífico y Atlántico, pero por primera vez confirmaba que era un problema incluso para el Continente Bolivariano. Pero no podía distraerse, no hoy.
- Me alegra hablar de nuestros pasatiempos - interrumpió F - pero tenemos negocios que quisiera cubrir.
- ¡Ja! Eras más relajado por mail. ¿O es miedo a que te entregue a la Interpol?
El Libertador lanzó una falsa carcajada, a la que F respondió con una leve sonrisa hipócrita.
- Está bien. Muéstrame la máquina.
Las manos de F temblaban al abrir el contenedor.
- ¡Ésta es la silla! - exclamó el Libertador al ver el paquete al descubierto.
Una silla de aspecto retrofuturista. Una combinación de silla de piloto y de dentista. En ella un casco que cubría por completo el rostro, guantes llenos de cables, un sensor dérmico de emociones y un simple botón verde.
- El secreto de la corona. - presentó F - Las "Solinax" de Pornactive. Sólo tenemos veinte, en nuestra "tienda de experiencias" en Australia. Nueve mil yuans o medio bitcoin por cada viaje de cinco minutos.
- Sí, un negocio de ocho millones de yuans al mes, construido de la nada en dos años.
El conocimiento que Carlos Pérez tenía del negocio sorprendió a F. Este hombre realmente había hecho la tarea antes de conocerlo.
- Y financiado con el dinero de tus amigos del "Turf", ¿No?
- Soy un refugiado político en el Turf de Abdallah. Un ciudadano legal que paga impuestos.
- El rumor es que el mismísimo 2Pac invirtió en tu empresa, 'Mister' F. ¿Qué tal si esta silla me hace daño por ordenes del Príncipe Mesías? La vamos a tener que abrir.
El Libertador quería la silla como "recreo personal", pero no era idiota como para dejar pasar la oportunidad de robar una tecnología única que imprimía dinero.
- Ya hablamos de esto, Señor. Por diseño y seguridad, las Solinax se vuelven inservibles una vez desarmadas. Funcionan con una pequeña batería de radioisotopos que se volvería inestable si se desensambla. Además, perdería la garantía.
- F, no puedes esperar que mi gente no intente si quiera revisarlo con rayos X.
- En Pornactive encontramos la serie correcta de estímulos electromagnéticos, visuales y auditivos para disparar conexiones sinápticas únicas - mintió F - Es completamente seguro y una experiencia inolvidable. Usted no querrá romperlo.
F sonrió, esperando no tener que recurrir al plan B. El Libertador contempló la situación, se sintió seguro, rodeado de su ejército personal y decidió que no lo intimidaba un simple empresario con los que tantas veces ha tratado.
- ¡Probémosla entonces!
- Excelente - respondió F alegre.
- Tú primero - le ordenó el Libertador.
F no lo esperaba.
- Ah... señor. Está prohibido usarla más de cinco minutos al día. El cerebro se defiende y se adapta. Ésta máquina explora las zonas menos estimuladas de la mente. No sería sano que la use dos veces hoy.
El Libertador señaló calmado a los guardias del lugar y éstos le apuntaron a F en la cabeza. Al mismo tiempo, Andrés envió mensajes de peligro. Baterías antiaéreas se activaron directo al hangar y estaban listas a disparar.
- Por supuesto - dijo F - Si una demostración nos permite crear una gran relación, es un sacrificio que puedo hacer.
- Veamos - desafió el Libertador.
F se sentó, ubicó el casco en posición, se recostó cómodo, puso sus manos en los guantes, sintió los sensores vitales de la silla ajustarse sobre su pecho, suspiró y oprimió el botón verde.
F había probado la máquina una y otra vez en versiones preliminares. Eso lo volvió inmune al viaje e impotente para siempre. Ahora, al usarla, sólo perdía la sensación en las piernas, en los brazos y en el resto del cuerpo. Se sintió flotando y recordó su odio por el espacio.
F despertó sintiendo que pasaron horas, pero sabía que fueron cinco minutos. Los soldados miraban curiosos. Al igual que El Libertador y su peculiar niño acompañante.
- ¿Está muerto? - preguntó tímido el niño. El Libertador lo silenció de un golpe en la nuca.
F se levantó lentamente, hizo su mejor esfuerzo por comandar sus músculos, se impulsó con fuerza, rio fuertemente y dijo.
- ¡Eso se sintió bien! ¿Lo ve, Libertador? Productos de calidad.
El Libertador, ansioso por probarla, quitó del medio a F y se sentó. F asintió y empezó a prepararlo, colocando con cuidado los guantes cuyas microagujas llenarían al libertador de una droga imposible de detectar, el sensor electrodermal que detectaría las reacciones emocionales de su mente, el casco que dispararía estimulación magnética transcraneana y dentro del casco, la cápsula secreta con escopolamina.
- Señor, advierta a sus hombres que la experiencia dura cinco minutos. No sería agradable que decidan dispararme.
- Sí, sí - respondió el Libertador impaciente. - ¡Adelante!
- Muy bien señor - F ajustó los guantes, verificó los sensores, golpeó discretamente el casco para que la cápsula se liberara y oprimió el botón verde.
Los que usan la silla se ven como personas dormidas. F sabía que, en ese momento, el Libertador estaba viviendo la más oscura y privada experiencia. No es una historia, ni algo que puedas vivir en el mundo real. Es una sensación, un sentimiento. La certeza que lo que nunca supimos que queríamos, pero siempre quisimos, se hizo realidad. Y gracias a la capsula, el Libertador, por segundos tras terminar el viaje, no tendría la capacidad de mentir.
Pero eran cinco minutos y F tendría que esperar. Se fijó en el niño. ¿Será algún tipo de consorte sexual o un simple asistente? Era imposiblemente feo, con deformaciones en la cara que parecían quemaduras. Pelo delgado, entre café y blanco, con algunos parches de calvicie. Estaba vestido con un uniforme militar sin rango. F decidió conversar con él.
- Hey, tú.
- Se... ¿señor?
- ¿Trabajas para El Libertador?
- No... no, señor, no. El gran Libertador me rescató y me dio el privilegio de servirle.
- ¿Y en qué le sirves?
El niño reaccionó con miedo y luego miró a los soldados, que vieron con desaprobación a F. Él decidió que no era una buena idea seguir por esa línea de conversación y prefirió cambiar el tema.
- OK... ¿De donde eres? Tu acento no es venezolano, ni colombiano, ni peruano.
- No señor, no soy de allá, soy del norte.
- ¿Guatemala?
- México señor.
F se puso frío. Un sobreviviente de México. Con su edad seguro fue expuesto a radiación casi letal tras el Holocausto.
- ¿Cuál ciudad de México, lo recuerdas?
- Mi mamá decía que... Nogales.
F abrió los mapas en su móvil rápidamente. No lo podía creer. Nogales era una ciudad frontera entre México y Estados Unidos. La oportunidad en las manos de F era única.
- ¿Cuántos años tienes?
- Doce años, señor.
- ¿Cómo te llamas?
- Emilio.
- ¿Emilio qué?
- No recuerdo señor, mi mamá... El gran Libertador... No, sólo Emilio señor.
El Libertador se empezó a mover. Estaba por salir del viaje. F tenía que apostar duro si quería ganar todo hoy. Corrió hacia El Libertador y le quitó lentamente el casco, limpiando discretamente su nariz del fino residuo de polvo de escopolamina que quedaba.
- ¿Libertador, me escucha? - le susurró al oído.
- ¿Qué? - respondió el Libertador con desorientación
- Carlos Pérez, ¿Me escucha?
- Sí.
- Dígame "sí señor".
- Sí señor.
Esa era la prueba. El Libertador estaba bajo su control por treinta segundos. El rostro del Libertador tenía dos lágrimas profundas y su mirada era al infinito. Efecto típico de primerizo en la silla. Los soldados se pondrían sospechosos en menos de un minuto y el Libertador recobraría la voluntad.
- ¿Quién puso las bombas? ¿Quién causó el holocausto del 2020?
- No lo sé. Yo los perseguí. Perseguí traficantes. Uranio, plutonio. Yo quería detenerlos. Nunca, nunca los encontré. Yo era coronel y nunca...
A F lo tomó por sincera sorpresa esto. Seis años de planeación, la empresa, el esfuerzo. El Libertador era uno de sus planes más importantes y un golpe de suerte gigante y él no tuvo nada que ver. No podía ser cierto.
- ¿El Libertador antíguo entonces? ¿Hugo Rafael? ¿Él sabía del ataque? ¿Participó en el Holocausto? ¿Sabes algo?
- No... no.
No puede ser. Estaba tan seguro. F dio varios pasos atrás y esperó a que la droga dejara de tener efecto. El ingeniero químico de Pornactive, Phillip, le aseguró que esa escopolamina era "especial" y mientras no le diera demasiada, le haría olvidar al Libertador de las preguntas una vez pasado el efecto.
El Libertador volvió en sí, se limpió la cara y se puso de pié . Miró a F con un rostro de humildad y le dijo.
- La compro.
F seguía incrédulo. El hombre más poderoso de América no sabía nada. ¿Cuántos años para la siguiente oportunidad? Pero aún quedaba una esperanza. El niño. Una esperanza idiota, pero no imposible. Hora de apostar.
- Excelente Carlos ¿Te puedo llamar Carlos?
La informalidad y cambio de tono le cayó mal al Libertador, pero estaba tan conmovido por la experiencia que no reaccionó.
- Me temo Carlos que Interpol y la situación han cambiado un poco el precio acordado.
- ¿Cuánto por la silla?
- Sistema Solinax, Carlos, no silla. So-li-nax. Mira, los pesos bolivarianos no valen nada allá afuera. Ustedes pueden haberse enriquecido increíblemente tras el invierno nuclear porque, seamos sinceros, todos necesitamos comer. Las tierras de este Continente son las únicas que aún tienen agricultura real.
El Libertador miró con incredulidad a F.
- Pero yo sé que los tipos como tú guardan un pequeño fondo de retiro en la única moneda que nunca te pueden quitar. La única que ninguna guerra mundial le hace perder valor.
- No, acordamos un millón de yuans.
- Y ahora te costará un poco menos del doble. Cien bitcoins.
Pocos en el mundo tenían más de un par de bitcoins. Una moneda criptográfica, escasa, basada en algoritmos, con un crecimiento desmedido después de que el mundo adoptó el protocolo descentralizado del nuevo internet tras el 2020. Los líderes mundiales en especial le tenían cariño porque, en caso de ser derrocados, siempre tenían una reserva especial e intocable. Un bitcoin vale más que sólo su conversión a una moneda normal.
- No.
- Entonces no hay trato.
F le dio la espalda a todos y caminó de regreso al hangar. Escuchó al Libertador gritarle desde atrás.
- Don F, usted me pide mucho y con una actitud que no me gusta ¿Qué me detiene de llenarlo de plomo, tostar su avioncito y quedarme con la silla?
F había lidiado con suficientes psicópatas en su vida como para asustarse por la amenaza de un militar llevado a más. Caminó de regreso al Libertador y dijo con suavidad.
- Carlos ¿En serio? Tu sabes quién soy y seguro tus agencias de seguridad saben para quién trabajaba antes del Holocausto ¿Parezco el tipo de persona que no planea éstas cosas? ¿Crees que una batería de radioisotopos no tiene otros usos? No perdamos tiempo ¿Hacemos negocios?
El Libertador miró a la silla en el medio del salón, a sus soldados listos a cumplir cualquier orden, al niño, uno de muchos a su servicio, inútil en ese instante.
- ¡OK, seamos amigos! - exclamó F rompiendo el silencio - te haré una oferta especial. Cincuenta bitcoins y mantenimiento por diez años de la silla - El Libertador levantó la mirada a F con sospecha - Y a cambio, también me das al niño.
El niño abrió la boca impactado, la cerró y la volvió a abrir.
- ¿Emilio? ¿Qué le viste a Emilio?
- Hace rato necesito un "asistente" - le mintió F con falsa sonrisa - ¿Hacemos negocios o tengo que llevarme la máquina?
F había empujado demasiado al Libertador. Más de lo que una persona normal aguantaría. Tenía que confiar en Phillip, en sí mismo, en la tecnología Solinax, en el absoluto amor que el efecto de la silla generaba. F estaba sudando. Todo había salido mal en su plan, esto no podía salir mal.
- Bien.
¿Dijo que sí? El niño empezó a llorar, pero F no sabía si de felicidad o terror. El Libertador tomó de nuevo su móvil y empezó a abrir su billetera digital.
F preparó el código de intercambio de bitcoins. Ambos golpearon los teléfonos y el Libertador le transifirió la cantidad sin hablar demasiado y se retiró del lugar. F empujó del cuello al niño, que parecía en shock y apenas se movía. Lo llevó al avión, le abrochó el cinturón de seguridad, se sentó y dio orden de despegar a Andrés.
- Gané - le dijo F a Andrés tras pasar el horrible despegue.
- ¿Funcionó? - preguntó el piloto.
- No. Mi plan no funcionó, pero el Libertador me dio una esperanza.
- ¿El niño? ¿Me vas a explicar quién es?
Emilio levantó la mirada al entender que hablaban de él. Sentía que su corazón se iba a salir del cuerpo. Mitad por miedo, mitad por la brutal aceleración del avión.
- Una sorpresa inesperada. Te lo explico en casa.
El niño, que estuvo silencioso, empezó a llorar fuertemente mientras, entre llantos, le decía a F.
- ¿Soy suyo ahora, señor F?
¿Qué tipo de vida había tenido antes? ¿"Suyo"? No es que a F le gustaran los niños, pero la idea de tratarlo como propiedad le parecía asquerosa.
- No, no. Nada de eso.
- ¿De alguien más?
- ¡No! Argh. Mira... imagina que esto es un rescate y ahora te ofrezco un empleo ¿Está bien? Empleo, un trabajo.
- ¿Rescate?
El niño había escuchado esto antes. El niño sabía que el mundo no funcionaba así. Confiar en otros adultos sólo le haría peor. Mucho menos en una persona que doblegó a alguien como el Libertador Pérez
- ¿Cómo te llamas?
- Emilio, señor, Emilio.
F había ganado ese día. Eso quería creer. Era el primer paso. Sólo el primer paso. Merecía relajarse por un rato.
- No, no. Ese nombre no lo voy a recordar nunca. A partir de ahora, te llamas Ketchup.
(Sigue en el Capítulo 3: Viento)