El avión no tenía ventanas y en el ángulo que volaban para escapar a la órbita de la tierra, no verían mucho tampoco. Sin embargo, al móvil de F y al sistema de la nave seguía llegando el reporte claro: Múltiples explosiones entre veinte a cincuenta megatones en las principales ciudades de Estados Unidos. El mundo de F se acabó ese día, pero su día había empezado muy diferente.
El calor del desierto afuera contrastaba con el aire frío y acondicionado que F respiraba. Mojave era un lugar seco, árido y solitario, perfecto para las pruebas militares del día. F odiaba ir a Nevada, pero su trabajo en la CIA lo obligaba a vestir de traje y atender eventos especiales. Eso y ser el hermano mayor del piloto de pruebas de hoy.
La base Edwards de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Mojave, Nevada, era el lugar de lanzamiento para el primer scramjet tripulado del mundo. Un avión con la capacidad de llegar a la órbita baja de la tierra, desplegar satélites, lanzar tropas y regresar a la base en una sola pieza. La joya de investigación de DARPA y NASA y la esperanza de las fuerzas militares americanas para la guerra mundial que, muchos predecían, llegaría dentro de poco.
Todos verían el lanzamiento desde la amplia torre de control de la base. Altos militares, técnicos, directivos de múltiples agencias y hasta el ocasional congresista estaban ahí. F, aún en un evento "social", seguía trabajando desde su móvil. Revisaba complejos histogramas, grafos de comportamiento y análisis de patrones, recién enviados desde la National Security Agency. Alguien a su lado lo interrumpió.
- ¿Aburrido, señor F? - preguntó un uniformado con rango de general
- No, ocupado. El proyecto es sólido, el avión es lindo y el piloto de pruebas es de los mejores de la fuerza - respondió.
- ¿Su hermano? Andrés es muy bueno, pero no el mejor. Lo elegimos por ser el único disponible. Usted sabe que nuestros mejores pilotos están allá afuera en los portaviones, esperando a quien dispare el primer misil.
- ¿Y cuando será ese día, general Lock? - preguntó F, ahora sí aburrido.
Todos los comandantes militares esperaban la guerra, desde que Wikileaks, en el dos mil quince, puso al descubierto la super computing cloud de la NSA. Un sistema de espionaje, no de países, sino industrial, conectado con todas las empresas masivas de la web. Todas, curiosamente, de origen estadounidense. Al país le quedaban muy pocos amigos. El general Jason Lock, Jefe de Estado de la Fuerza Aérea, olía y esperaba impaciente el inicio del combate.
- ¿Hoy, veinte de febrero del dos mil veinte? Quizás sea la fecha, señor F, ¿Ustedes en la compañía no deberían saberlo ya?
F entendió que el general no era fan de su trabajo. Y no lo podía culpar. La filtración del SCC ocurrió por conversaciones interceptadas entre la CIA y diplomáticos. La mejor herramienta de espionaje que tenían fue el detonante de un odio mundial contra el "país de la libertad".
- Es mi trabajo y por eso me veía ocupado, general.
- Y según su trabajo, señor F. ¿Quién va a disparar primero?
- Inteligencia militar no es mi área, pero leo los informes. Ningún país tiene movilizada tropa. No hay submarinos en rango de nuestro país o de las bases. No hay flotas preparándose. No hay satélites armados más que los nuestros. Lo que sí veo es inmigrantes ilegales muertos, muchos, por envenenamiento radiactivo.
- Ah. Usted es el autor de la teoría de las bombas sucias cruzando la frontera.
- General, es más que una teoría, es...
- Sí, sí. El estado mayor conjunto me hizo leer su reporte. El mexicano en Houston que murió por plutonio. Los chinos en San Francisco. Casos aislados y separados por meses, en ocasiones años. Le diré lo que le dije a ellos. Homeland Security está mejor capacitada para ese caso. Ustedes en Langley tienen misiones simples. Desestabilizar a los locos "libertadores" del sur y decirme en donde desembarcará el enemigo para que nuestros chicos hagan llover fuego. Siga el ejemplo de su hermano.
F sabía que su teoría del contrabando radiactivo era poco popular entre los militares, pero la NSA lo apoyaba y pronto tendría datos concluyentes. La CIA no reclutó a F por las conexiones de su hermano piloto, sino por su tesis universitaria en detección heurística de patrones en grandes cantidades de datos sociales. Y no había ninguna base de datos más inmensa que el acceso total al Computing Cloud que tenía la NSA.
El móvil de F anunció un mensaje privado. Era su hermano, desde la cabina del scramjet aun en tierra.
<cp.andres> Hey
<f> ¿Te dejan usar tu móvil en el avión?
<cp.andres> ¿Esta cosa puede llegar al espacio en un sólo golpe y crees que no tiene internet?
<f> ¿Qué pasa? ¿Nervioso?
<cp.andres> Claro que no. Soy un maestro en simulador y en atmósfera con este juguete. Me asustan las cámaras. ¿Por qué hay periodistas allá arriba? Creo que ningún canal de televisión se quedó por fuera ¿No era este lanzamiento secreto?
<f> Es "secreto" si falla. Si tiene éxito, los medios tienen permiso de publicar en tu despegue como muestra de fuerza del país. Vas a ser un héroe.
<cp.andres> Puede ser un regalo para mamá verme famoso.
<f> ¿Ella es lo que te preocupa? Mi madre estará bien.
<cp.andres> El otro cirujano dijo que el tumor era inoperable.
<f> Y hoy está con el mejor cirujano de Los Angeles, gracias a ti.
<cp.andres> Me están pidiendo chequeo de prevuelo. Hora del show. Te hablo al volver.
Andrés cortó al tiempo que el último reporte combinado de la NSA llegó al móvil de F. Picos casi imperceptibles, pero notables de radiación se detectaron en el 98% de los casos de inmigrantes ilegales arrestados que alegaban sufrir amnesia. Inmigrantes de todas las nacionalidades, de todos los continentes, en todos los puertos de Norteamérica. Tres meses de análisis y algoritmos habían valido la pena.
- Hey, general Lock - dijo F, golpeando en el hombro al comandante y mostrando su móvil - Yo tenía razón. Hay datos concluyentes que demuestran un esfuerzo masivo, por años, para insertar material radiactivo al país. Ya Langley recibió la conclusión y seguro iniciarán a trabajar con el FBI. Mi "teoría" va a salvar las vidas de...
Los teléfonos de todos los militares, agentes y personal de la nave empezaron a sonar con alarmas insistentes. Luces de emergencia se activaron en toda la base y un equipo de soldados llegó corriendo a varios de los más altos comandantes del lugar con maletines que portaban computadoras de comunicación y control. F recibió el aviso al tiempo que todos en su móvil.
"Lanzamiento de cincuenta misiles balísticos intercontinentales detectado sobre el Pacífico con destino a Norteamérica"
Las ventanas de la torre de control activaron el "clasificado" sistema de realidad aumentada que superpuso sobre el escenario desértico miles de fuentes de información. Mapas, gráficos, detalles, fotografías.
- CONDICIÓN ROJA EN TODA LA BASE. ¿PROYECCIÓN DE IMPACTO? - gritó el general Lock a su personal, desplegado en móviles, portátiles y pantallas que procesaban información de todo el sistema de combate de Estados Unidos.
- Chicago, Boston, Miami, San Francisco, Cupertino, Los Angeles, N... señor, van a todos lados.
- ¿Dónde está la flota del Pacífico? ¿Donde están los strikers y los raptors?
- Toda la flota de F-35 y F-22 está en misión de intercepción. Todos los destructores y fragatas lanzaron proyectiles anti-misiles. No hemos recibido reporte de destrucción aún.
F no tenía rango. F no era un militar. F era un analista de inteligencia muy hábil con números y código que estaba en la exhibición porque su hermano era el piloto. F no tenía mando, ni poder, pero no pudo evitar gritar.
- ¿Quién? ¿Quién disparó?
- Corea del Norte. - respondió robóticamente uno de los soldados en los portátiles - Todos los misiles se originaron en Corea del Norte. Tiempo de impacto: doce minutos.
- No pudo ser Corea del Norte. Ellos no tienen un sólo misil que llegue más allá de Hawaii. No pueden darle a Tokyo con precisión, mucho menos destruir ciudades en ambas costas de este continente.
- Saquen a los civiles del área - ordenó el general Lock. Un soldado empujó a F hacia la salida. El general continuó ordenando - activen retaliación inmediata. Quiero el X-2626 en línea y apuntando todo lo que tenemos a los bastardos.
El X-2626 Mjolnir, recordó F. El satélite oscuro con capacidad de lanzar ataques cinéticos de poder nuclear sobre cualquier punto de la tierra. Era destrucción mutua asegurada.
La impotencia recorrió a F, quien veía desde la torre a un policía militar bloqueando a Andrés de salir y custodiando la nave. Otros soldados estaban desalojando a los camarógrafos que peleaban por grabar lo que ocurría y obtener más datos. Uno de los soldados empezó a destruir móviles de los periodistas tras notar que estaban transmitiendo sin permiso.
- IMPACTO EN HAWAII - gritó un técnico - Sensores confirman cincuenta megatones. Perdimos contacto con la base en Kahului. Destrucción total.
- Cincuenta megatones - susurró incrédulo el general Lock - Francia, China, Rusia. Nadie más tiene cincuenta mega...
- ¡WASHINGTON! - dijo otro técnico, con lágrimas en los ojos - Treinta megatones.
Gritos y llantos y de repente un silencio absoluto se apoderó de la base. El aire acondicionado y reciclado de la torre se sentía extraño en la piel de F. Casi morboso como esa tranquilidad contrastaba con el holocausto. El cerebro de F reaccionó. Los misiles llegarían en doce minutos, pero en menos de un minuto, dos armas nucleares estallaron en dos puntos alejados del planeta.
- No son los misiles - dijo F.
El general Jason Lock, comandante de la Fuerza Aérea, miró a F con terror. Real y sincero terror.
- ¡Van a atacar esta base y todas las demás! - le gritó F a Lock, obligándolo a reaccionar.
- ¡Afuera los civiles, dije!
- ¡No son misiles! Busquen cámaras de seguridad en autopistas alrededor de la base. Busquen cualquier cosa sospechosa. Paquetes, contenedores, algo.
Uno de los soldados empujó con su rifle a F en el pecho, lo sacó a la fuerza junto con los periodistas y cerró la puerta de acceso. F no tenía opción más que bajar las largas escaleras. Camarógrafos y reporteros lo siguieron sin saber si hablarle o sólo seguirlo.
F aún tenía acceso a la red de detectores de radiación en autopistas por los que tanto peleó para instalar. Conectados a las cámaras de seguridad de carreteras le darían algo de información. Pero eran pocos, sólo uno cada diez kilómetros. Según su móvil, sólo había tráfico regular en las vías públicas cerca a la base. Trató de buscar cosas sospechosas en el historial de los detectores mientras bajaba las escaleras, un camión blindado, algo. Nada.
Hasta que un auto normal, una van blanca sin piloto, le llamó la atención. Según su placa y los datos del Super Computing Cloud, llevaba varias horas dando vueltas alrededor de la base. Las cámaras con medidores de radiación, reportaban una ligera subida en los sieverts que emanaba. Encima de todo, no había ningún pasajero humano, algo raro fuera de una ciudad, en medio del desierto.
F lo entendió. Programó rápidamente un algoritmo de búsqueda en todas las autopistas, en un radio de cincuenta kilómetros. Encontró tres camionetas iguales, sin tripulantes, autoconducidas por software, ligeros pero perceptibles picos de radiación.
Luego, no vio nada. En el horizonte, a través de las ventanas de las escaleras, un intenso flash de luz cegó a todo el mundo. Ese era el último empujón que F necesitaba. F bajó corriendo, abrió de una patada la puerta que llevaba a la pista de despegue, sintió el calor del desierto abrasar todo su cuerpo, guardó su móvil en su bolsillo y caminó seguro y fuerte al scramjet. Periodistas detrás, transmitiendo cada momento.
- Señor, no puede entrar al avión. La base está en condición roja. - ordenó el policía militar a F, aún asustado por la explosión visible en el horizonte - Regrese a la base.
F siguió caminando, ante la mirada de técnicos, soldados y periodistas. Algunos mirando lo que hacía, otros rezando, otros gritando órdenes de lado a lado. El soldado, temblando por la explosión, elevó su rifle hacia F para detenerle el paso.
F, en un rápido reflejo, sacó la pistola de su espalda y le disparó entre los ojos al soldado. Empujó a Andrés a entrar al scramjet, cerró la compuerta a presión, puso la pistola en la cabeza de su hermano y le dijo, simple y sin titubear
- Despega.
Andrés lo empujó con fuerza, dejándolo sentado en una de las sillas de carga de tropa. Lo miró con odio y le apuntó con su dedo a la cara.
- No necesitas amenazarme. Siéntate y ponte una máscara de oxígeno.
- Andrés, la onda de choque llegará en segundos. Despega ya.
Varios soldados dispararon a la puerta del avión. Gritos por altavoces le exigieron a Andrés apagar y bajar de la nave. Andrés encendió de memoria todos los sistemas, desconectó a la fuerza la conexión a la base para evitar ser apagado remotamente y empujó el jet más allá de lo que una persona puede aguantar.
F sintió la aceleración del despegue como estrellarse contra una pared. Se quedó sin aire y por varios segundos no pudo respirar. Estaba al borde de desmayarse cuando la máscara de oxígeno lo ayudó a recuperar la consciencia. El sistema automático de información de la CIA seguía enviando mensajes al móvil de F. Tres explosiones casi continuas alrededor de Mojave crearon una zona cero en el centro de la base. Sólo las más profundas capas subterráneas pudieron sobrevivir.
La lista de ciudades seguía. New York treinta megatones, Carolina del Norte diez megatones, Austin veinte, Los Angeles cincuenta megatones. Las ciudades seguían, pero F frenó un rato y vio fijamente.
- Los Angeles - dijo F al aire.
- Lo sé - respondió Andrés en los altavoces del avión, tras unos segundos.
El scramjet salió de la atmósfera. No tenía ventanas. No había forma de saber qué pasaba afuera. El móvil de F al fin perdió señal y F no estaba seguro si era la distancia o la absoluta destrucción.
- F, tengo sensores a bordo... clasificados. Puedo entrar en red con la mayoría de satélites sin pasar por la base y... ¿quieres que los use?
F no respondió. El óxigeno hacía su trabajo pero F no sentía los pulmones, no sentía las manos. Sus ojos dejaron de percibir color. Sus manos sudaban sin control. Andrés conectó las pantallas y mostró las ruinas de Estados Unidos desde lejos. Miles de bolas de fuego. Una mancha gigante de humo. Satélites de reconocimiento mostraban movimiento pesado de todas las tropas activas. Portaaviones desplegados, submarinos en máxima alerta, bases internacionales movilizadas. Una flota entera preparándose a invadir Corea del Norte.
- Aún no llega lo peor, Andrés.
Mjolnir se activó automáticamente. Segundos antes de la primera explosión, desde casi doscientos mil kilómetros de la superficie de la tierra, acelerado magnéticamente desde un satélite secreto, miles de varas gigantes de acero forrado en titanio fueron lanzadas con dirección balística hacia Corea del Norte. El impacto destruyó con fuerza cercana a nuclear todas las bases, ciudades y poblaciones de Corea del Norte. Varios, ligeramente desviados, impactaron las fronteras en Corea del Sur y China. El sistema de respuesta automático contra bombardeos nucleares de Estados Unidos funcionó aun con el país muerto.
- Destrucción mutua - susurró F para sí mismo.
- F, estoy perdiendo los satélites. No tiene sentido. Estoy conectado directo y se apagan uno por... Mierda. Es un láser desde tierra. Hay dos láseres desde Tian Shan y Cuba destruyendo todo lo que está en órbita. Nos van a derribar.
¿Tian Shan? ¿China? El cerebro de F luchaba por pensar, por enfócarse en el momento. Pero no tenía energía. El terror y la adrenalina fueron lentamente reemplazados por nada. Por un profundo gris. Impotencia, no hay opciones. El mundo se acabó hoy ¿Qué importaba si F no sobrevivía?
- No tengo nada. Radio, satélites, todo muerto. F, se acabó. No puedo hacer nada. No hay nada. Todos están muertos, todos.
F es el único que sabía la verdad. No, no la verdad, pero el único que sabía que el mundo se comería una mentira. No fueron misiles, ni un país sin la tecnología de guerra para lograr esto. Y esa verdad se iba a morir en el instante que un radar chino lo encontrara y le hiciera un agujero a la nave.
Andrés gritó en la cabina, F poco a poco cerró los ojos.
Y los abrió de repente. El color volvió al mundo, la dopamina fluyó en su cerebro y sus sinápsis neuronales dispararon con literal locura.
- Andrés, ¿Puedes trazar una ruta a Abu Dhabi en los Emiratos?
- ¿Al Turf de Abdallah? F... ya está. El mundo se acabó. ¿Qué quieres allá?
- ¿Prefieres morirte acá o intentar hasta que no nos quede esperanza?
- F, mamá está muerta. La base. Washington. Todo. Todo. ¿Qué esperanza?
- Abdallah me debe un favor. Cree en mi. Me va a tomar mucho, mucho tiempo, pero llevanos vivos allá y tendré un plan. No vamos a sobrevivir, vamos a ganar.
Continúa en el capítulo 2: Vector de entrada