Capítulo 13: Beijing

(Capítulo anterior: 12: China)
Importante: Si llegas acá por primera vez, empieza por el capítulo 1. ¡No te spoilees!

Era la mañana perfecta para Juliane. Pájaros volaban bajo un cielo azul, sobre la cubierta del submarino S908 Barracude. El hemisferio sur no sufrió mucho tras el invierno nuclear causado por el holocausto del 2020. El Océano Índico nunca se enteró de que toda una civilización desapareció en un infierno atómico.

F llevaba dos meses muerto para el mundo. Al igual que Juliane. Por eso tenía que controlar operaciones desde el submarino en vez de estar en Sidney, en tierra. Mantener la ilusión de triunfo del Turf mientras incautaba todos los "Centros de Experiencia" de Pornactive en Australia. El negocio multimillonario de F que al fin logró permiso de desmantelar.

Juliane leía, aburrida, reportes e inventarios de los agentes en su móvil, cuando un mensaje la emocionó como nada en meses.

<F> Cinco, cuatro, tres.

Y dos segundos después, una llamada desde un usuario anónimo. Juliane aceptó sin dudarlo.

- Hola J - dijo al teléfono la voz que Juliane más quería escuchar en el mundo.

La peor mejor persona en el planeta estaba con vida. Ella podía sentir su cuerpo volver a la vida. La emoción de la caza una vez más.

- Buenos días, F - respondió sonriente, imaginando que él la veía.

- ¿Buenos días? Quiere decir que estás en Asia o en Australia. ¿Eso que escucho son olas? ¿El mar?

Juliane extrañaba esto.

- Aún es buenos días desde India hasta Japón - razonó ella.

- Nah. No tienes nada que hacer allá. Si estás en Australia, te estás robando mis juguetes. Si estás en Asia, me estás buscando.

Juliane le envió la foto de un vacío local donde antes funcionaba un centro de experiencias de Pornactive.

- Tengo tus juguetes y pronto encontraremos cómo abrirlos.

- Supongo que ya descubriste la batería nuclear.

- ¿Te refieres al generador de radioisotopos en tus sillas? ¿El que interfiere con Rayos X y puede fulminar toda evidencia de tu máquina si explota? Es astuto, pero nosotros somos maestros antiexplosivos. La abriremos pronto.

- ¿No quieres saber dónde estoy, J?

- Estás en China.

F extrañaba esto. Nada lo había animado como ella en meses. ¿Felicidad? ¿Excitación? ¿Podía el arruinado núcleo accumbens de F sentir esto? Quizás sólo con Juliane.

- ¿Y sabías que estaba vivo? - le preguntó a ella.

- Lo imaginé tras encontrar el baño de tu avión y las huellas de dos personas escapando. Alguien se llevó la caja negra y explotó el área. ¿Quién está contigo? ¿tu piloto?

- No.

Juliane pausó, comprendió y cambió de pregunta.

- ¿Cómo supiste que estaba viva?

- No lo supe, intenté llamarte. Sólo nunca creí que la Marina de Estados Unidos fuera capaz de acabarte. Ni siquiera con la tormenta de mierda que fue Dubai.

- Aún eres un criminal buscado, F. Aunque tú y yo estemos muertos para la gente.

- Cuento con eso, J. Porque si sale mal lo que estoy a punto de hacer, voy a necesitar que me captures.

F envió una foto a Juliane. Se le veía con gorra y gafas oscuras, en la mitad de la Plaza de Tiananmen, en Beijing, con la ciudad perdida de fondo. Y cortó la llamada.

La plaza de Tiananmen era un símbolo del poder de China, lleno de censurada historia. La última vez que F estuvo ahí, hace más de diez años, el aire era imposible de respirar. No podías ver más allá de cinco metros entre la neblina de humo tóxico.

Tras el Holocausto y el invierno nuclear, China fue pionera en tecnología de limpieza ambiental. Alrededor de la plaza había cuatro "flores de diamante". Sistemas de ionización y captura de partículas que atraían, aislaban y absorbían la contaminación del área. Generando uno de los más puros y sanos lugares para respirar en el mundo.

En el cielo, el mismo sistema volaba en miles de masivos globos aerostáticos que, día a día, limpiaban al mundo. F estaba seguro que también eran reemplazo a los satélites espía.

En el centro de la plaza destacaba una pantalla gigante y colorida. Una ancha y anticuada matriz de píxeles que mostraba todo el día un video inspirador de los logros de China. Otro símbolo antiguo de la ciudad, instalado años antes del Holocausto.

F ya no era millonario. Sus cuentas fueron secuestradas por el Turf, tras declararlo legalmente muerto. Los títulos internacionales de su empresa tomados por la Unión Europea en la investigación en su contra, al igual que sus sillas e instalaciones. Pero aún tenía su presencia digital, cifrada e impenetrable.

No importaba. La venganza es barata cuando conoces tu objetivo.

Reconectó a un móvil nuevo la versión más anónima de sus datos, recobró sus bitcoins de emergencia y durante semanas planeó el día de hoy. Contrató hackers como servicio. Compró planos y manuales y preparó planes B y C.

F vestía una gorra militar de China, gafas oscuras, un suéter de la universidad de Shanghai, un pantalón militar negro y botas. De sus bolsillos sacó otro móvil. A él traía conectado un cable de un viejo estándar llamado HDMI.

Se quitó el suéter, quedando en una camiseta negra y un chaleco de plástico que decía "Mantenimiento" en Mandarín. Se acercó a la pantalla de la plaza y pateó fuerte un panel de metal, justo donde los hackers le recomendaron.

El panel se abrió y mostró cables y máquinas de hace veinte años. F cortó varios cables con una navaja suiza. Más difícil de lo que creía. Las personas de la plaza lo ignoraban por completo. Al fin logró desconectar el cableado original y enlazar el móvil viejo. La pantalla de la plaza se apagó, mostró mensajes de alerta y luego volvió al aire.

En ella, ahora, se veían fotos y renders en 3D de un vehículo espacial. Una nave en forma de cilindro, con paneles solares, poderosos motores, un escudo láser activo y mucho armamento. Banderas de China y el Ejército Popular adornaban el fuselaje. Junto a las imágenes se veían videos muy realistas de las naves combatiendo y siendo destruidas.

Las naves que mataron a su hermano en órbita.

F se puso de pie, vistió de nuevo su suéter y esperó recargado contra la gran pantalla.

Tras pocos minutos, un policía de aspecto delgado y débil se le acercó sonriendo. Puso una mano en el hombro de F y con un dedo apuntó a su pecho. En él apareció un punto láser de color verde.

- ¿Cuál es su nombre, señor?

- F, de Pornactive.

El policía o no lo conocía o no le importaba. O los dos.

- Venga conmigo, señor - le ordenó el policía amablemente.

- No.

El policía dio dos golpes al área donde estaba el punto láser.

- No es una petición, señor, está bajo arresto.

- ¿Un francotirador? ¿En serio?

F sacó lentamente la mano del bolsillo de su suéter y mostró un móvil al policía. Su dedo índice derecho tocaba con fuerza la pantalla. Arriba se veía un ritmo cardiaco y la conectividad a Internet P2P que tenía el móvil.

- Si mi dedo se levanta, mi corazón para o pierdo conectividad, toda la información que tengo del programa bélico espacial de China será publicada en la web. Ustedes saben lo bueno que soy y lo rápido que todo el planeta se enterará. Será instántaneo, no lo podrán censurar. Esto es menos del uno por ciento de los datos que mi Scramjet logró captar.

El policía abrió los ojos, claramente confundido.

- Oh, por supuesto que a ti no te cuentan estas cosas - djo F, exasperado -. Pero llama y pregunta a quién sea que te dé ordenes.

El policía dio un paso atrás y habló por su móvil con alguien. El punto láser desapareció. Desconectó la llamada y preguntó a F.

- ¿Qué quieres?

- Nada más que un té tranquilo, en un lugar seguro.

Antes de que el policía lo mirara peor, F levantó su otra mano para pararlo y explicó.

- Un té con la Secretaria Lee, por supuesto.

En el mundo, nadie conoce a sus gobernantes. En China menos. Este policía no se levantó en la mañana pensando en terminar involucrado en esto. Tener que explicar a sus superiores que un loco yankee quería tomar té con la máxima autoridad del país. Seguro era terrorista. Pero aún así cumplió y explicó a su teniente exactamente lo que F pidió.

F empezó a escuchar el cielo zumbar. Una nube de drones, muy arriba, se aglomeraba a su alrededor. Transeúntes curiosos grababan con sus móviles lo que veían en la gran pantalla de la plaza, ignorando a F. Algunos helicópteros seguro eran militares, otros de personas al otro lado del mundo, alquilando drones para ver de cerca lo que leían en pulsos y redes sociales.

De repente la pantalla perdió electricidad. El policía siguió hablando por teléfono hasta al fin colgar y acercarse a F con actitud autoritaria.

- Será con nuestras condiciones. En un lugar controlado. No perderá señal en su móvil. Yo lo llevaré en mi patrulla.

- No hay ningún problema - aseguró F sonriente.

F esperaba rodear la ciudad perdida e ir al norte, a los edificios de gobierno. Pero la patrulla se alejó del anillo central y los llevó a un viejo barrio. Tras unos minutos, llegaron a una casa de té, cuya entrada daba a un sótano. Muy inteligente. Punto de choque, fácil de defender, difícil de escapar.

Al entrar, una mesera aburrida sentó a F y trajo una jarra de té. F lo probó con la mano izquierda, mientras que la derecha seguía sobre la mesa oprimiendo la pantalla del móvil. El sabor era ligero, floral, muy superior al té japonés. Quizás el mejor té que F había probado en la vida.

El lugar era tan antiguo que aún tenían televisores LCD. F no sabía que la televisión abierta aún existía. Vio noticias de juegos olímpicos, criminales locales, lo increíble que era China en limpieza ambiental, la misión del Ejército Popular de erradicar a los terroristas de US NAVY, el éxito de la realineación de Filipinas a la Federación. Pasaron treinta minutos, una hora, dos horas.

Tres hombres gigantes entraron, vestidos formalmente. Claramente guardaespaldas. Tras ellos, una mujer de baja estatura, con un rostro de joven madurez, un peinado perfecto y un vestido azul ceñido que inspiraba disciplina. Llevaba lentes delgados y un discreto audífono que F no pudo dejar de notar. Su maquillaje era ligero, pero suficiente para generar la ilusión de cero arrugas. Sus ojos de un negro profundo.

Vio a F a los ojos y sonrió. F notó un lunar al lado de su boca y un brillo ligero en sus labios. Él sabía que ella tenía más de cincuenta años, pero no los aparentaba. Era la persona más poderosa del mundo, la Secretaria Li Zhang de la Federación China.

F quiso sonreír de vuelta, pero le impactó ver a su acompañante detrás. Bajando las escaleras apareció un hombre viejo. De unos sesenta años mal vividos. Un traje anticuado, de corbata, azul oscuro y de la talla incorrecta. Ojos cansados y arrugados. De cabello indeciso entre gris y blanco. Barba de dos días y afeitada eléctrica. Tras él, otros dos guardias, diferentes a los guardaespaldas de la Secretaria. Americanos.

Era el presidente de Estados Unidos.

Se sentó junto a la Secretaria de la Federación China. Ambos se sirvieron té. La Secretaria tomó de la mano derecha a F. Con delicadeza y precaución de no tocar la pantalla. Quizás temiendo que disparara la bomba de información con todos los datos del combate del Scramjet que F pudo rescatar de la caja negra.

Y le dijo.

- Oh F, estoy tan feliz de que estés con vida. Siempre quise conocerte. Tenemos mucho que planear.

(Sigue el capítulo 14: No hay justicia)